Últimas tardes con Teresa


ULTIMAS TARDES CON TERESA, de Juan Marsé.


En Ultimas tardes con Teresa la voz narradora se sitúa, casi como una cámara cinematográfica, detrás del protagonista masculino –‘los últimos noctámbulos les miran con curiosidad (la pareja de enamorados es extraña al paisaje…)’-. Ella lo ve todo y es desde ese ángulo como el lector se acerca a la historia. Las descripciones, entonces, no están ajenas a este punto de vista.
Cada descripción es un flash de conciencia del protagonista, lo cual queda revelado en los adjetivos que utiliza para hablar de lugares, gente y situaciones. Desde el fin de fiesta retratado en la primera página del libro hasta la supuesta descripción de una playa habitada por ‘caprichosos’ sombreritos de muchachas, sandalias ‘paganas’ en pies morenos de uñas pintadas, muslos dorados y ‘calmosos’, caderas ‘podridas de dinero’, cada una de las descripciones de la voz narradora -Manolo/autor- es una declaración de principios.
La cámara -voz narradora/mirada del muchacho- se mueve muy bien en los espacios, como queda reflejado en la descripción del cuarto de Maruja (va de una toma general a un primer plano de la foto colocada sobre la mesilla de noche). O en la de la vivienda del Cardenal, cuando en un solo giro describe el patio y las estancias de la torre. También sabe moverse con los personajes: ‘el señor Serrat, con sus altas espaldas ‘despectivas’.
En la novela, las descripciones son utilizadas para sentar posiciones frente al momento histórico en que la misma se sitúa y está escrita: los incipientes años ’60 en una Cataluña que se asoma a la modernidad de Europa, a las ideas políticas de avanzada, a la revolución cultural y a la caída de algunos estereotipos. Pero con una vuelta inevitable a cierto orden, más contemporáneo si se quiere, pero orden al fin.


Mónica Marenda

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