Cómo capacitarse aunque su empleador no lo ayude


Las empresas no arman planes de formación para todos los empleados.
Si usted quedó afuera, anímese a hacerlo por su cuenta.

por MONICA MARENDA
(diario Clarín)

Sabés cuánto hace que no salgo?, todos los fines de semana estudiando o preparando trabajos. Muchas veces me pregunto para qué. La queja, sale de boca de Martín, 32 años, ingeniero y jefe de Producto de una empresa de primera línea. Acaba de cursar el segundo año de un posgrado que le cuesta tiempo, esfuerzo y mucho dinero. Sin embargo, está convencido de que lo que está haciendo es lo correcto. Sabe que cuando termine, además de poder salir con sus amigos, su carrera personal y empresarial tendrá nuevas metas y compensaciones. La capacitación surge por un deseo personal que se lleva a cabo con el fin de obtener beneficios económicos inmediatos o como un plus de conocimientos adquiridos que nadie podrá quitar. De todos modos, si bien los títulos tienen peso en el currículum, hay que tener en cuenta que una cosa es el conocimiento y otra, la experiencia. Además, hay que tener en cuenta que si de conseguir un trabajo o reposicionarse en la empresa se trata, la capacitación sirve solo si el empleado logra una síntesis entre ambas. Las empresas no arman planes de desarrollo para todo el personal, sino para las personas que consideran tienen potencial y su entrenamiento puede aportar a los fines de la compañía. Por eso, cada persona debe ir haciendo su propio plan de capacitación. Pero, más allá de quién afronte los costos, sin duda vale la pena capacitarse, más teniendo en cuenta las contingencias del mercado, afirma Raúl Medina Fernández, consultor y profesor full time en la Facultad de Derecho de la Universidad Austral.

Momento de decisión:
Si bien al momento de tomar la decisión de capacitarse un factor muy importante es el monetario, puede suceder que la recompensa no venga por el lado económico, sino por una mejor calidad de vida dentro del ámbito laboral. Es que el aprendizaje es reconocido y la relación con el jefe o el equipo es más armónica. Quizá la empresa no lo ascienda inmediatamente tras su nuevo título, pero su jefe lo valorará de otra manera, tendrá otra actitud, incluso hasta más respetuosa, agrega Fernández. Para Hernán Bardi, licenciado en administración de empresas y gerente de Relaciones Institucionales de Chrysler Argentina, el premio por la capacitación es negociable. El pudo convencer a la empresa de que le pagara el master en comunicación de las organizaciones que actualmente cursa, aduciendo que la capacitación específica es un negocio que beneficia a ambas partes. La negociación entre empleado y empresa es dinámica en la medida en que se sabe que los conocimientos son rentables, asegura. Sin embargo advierte que ese valor agregado tiene un precio en el mercado, y que si una empresa no lo reconoce, lo puede hacer otra. En ese sentido, Graciela Gayo, titular de la consultora que lleva su nombre, advierte sobre las actitudes extremadamente monetaristas que observa en muchas de las personas que entrevista. Algunos, sin ninguna experiencia previa, viajan al exterior, se hacen un master y al regresar pretenden que la empresa que los contrata les ayude a recuperar inmediatamente el gasto/inversión que les implicó su estadía afuera, comenta. Parecería que se perdió el afán del conocimiento por el saber mismo o como herramienta de crecimiento dentro de la organización, agrega la ex ejecutiva de Ford. Dolores Berte, abogada y compañera de Bardi en el master, comenta que ella decidió asumir el costo de volver a estudiar porque quería reinsertarse laboralmente. Trabajé en un estudio jurídico internacional hasta que tuve a mis tres hijos. Ahora quiero volver a trabajar y creo que este plus de nuevos conocimientos es fundamental en un mercado tan competitivo como el actual. Pero la capacitación no es terreno exclusivo de profesionales, gerentes o grandes empresas. Tampoco de bolsillos abultados: cualquiera que hoy busque trabajo debe tener conocimientos básicos de computación e invertir en un curso para aprender Excel también es capacitarse. O estudiar un idioma. O saber tratar con el cliente. Las empresas no ven con buenos ojos a aquellos empleados que se niegan ante la sugerencia de hacer un curso dentro del trabajo o de concurrir a clases particulares.

Gente de empuje:
Según Medina Fernández, los empleadores ven en esta actitud una demostración cabal de que el mismo empleado se está poniendo un techo, que no tiene capacidad de emprendimiento ni de asumir riesgos, características que son esenciales en el mundo empresarial. A entender del consultor, cuando la empresa brinda alguna opción de capacitación, hay que aceptar la oferta, por más que esto les produzca un simbronazo interior que les haga preguntarse si serán capaces y si podrán hacer el esfuerzo.
Ante la alternativa de capacitarse o quedarse en el molde, siempre es mejor asumir el riesgo. Aunque a veces cueste tiempo, esfuerzo y dinero.