Apogeo y ocaso de LA CATEDRAL DEL RUIDO




(Nota para Revista Viva – Diario Clarín - 1999).

Construyen dos edificios adonde fue Mau Mau

Cuando parecía que ya nada podía quebrar la armonía del "codo aristocrático" de Buenos Aires, un poderoso grupo financiero y una inmobiliaria de alcurnia encararon la construcción de dos edificios de categoría en el número 866 de la coqueta calle Arroyo. Una vez que la obra concluya, bajo los lujosos pisos de mármol de carrara quedará sepultada una parte de la historia de los argentinos. Y cuando a mediados del 2000 los departamentos estén habitados, alguien escuchará un taconeo incesante en la vereda; serán ecos de otras noches. Sólo algún niño preguntará acerca del cartel colocado en una de las paredes del solarium como homenaje póstumo al lugar que supo ser el más exclusivo de la ciudad: "Abue, ¿qué es Mau Mau?" Los chicos siempre hacen las preguntas más difíciles. Porque lo único cierto es que en Recoleta existe una calle llamada Arroyo, que dobla en ángulo recto simulando un codo, y que en ese lugar funcionó durante 30 años un boliche llamado Mau Mau. Todo lo demás pertenece al campo de la leyenda o al tamiz condescendiente de los recuerdos: todo tiempo pasado fue mejor y por aquí no pasó nada. Aunque haya pasado de todo.








Se sabe que el tiempo es una ilusión atrapada en el calendario. Quizás por eso la fecha de inauguración de Mau Mau es imprecisa: mientras que su ex dueño, José Lata Liste, afirma que fue un viernes de abril de 1964, otras fuentes se refieren al mismo mes pero del año siguiente. A juzgar por las crónicas sobre los aniversarios de la boite, daba lo mismo cualquier mes y cualquier año: en noviembre de 1988, por ejemplo, se realizó la fiesta de los 25. La cuestión siempre fue festejar y facturar la buena vida. Hacer una boite que combinara estos factores fue idea de dos gemelos que supieron codearse con la gente indicada. Alberto y José Lata Liste pusieron la cara; las influencias y el dinero, José Luis Fernández de Bobadilla, Evaristo Palacios y Enrique Bencich, dueño de la casa. El éxito de la inauguración les confirmó que la estrategia fue la acertada: Mau Mau estaba abarrotada de high society porteña. Ahí se dieron cita todos los Alzaga Unzué, Krieger Vassena, Peralta Ramos, Zavaleta Pueyrredón y Nazar Anchorena que estuvieran disponibles esa noche. Después, por supuesto, se convirtieron en clientes.
Aunque parezca increíble, una especie de publicidad subliminal aparecida en la revista "Tía Vicenta" también ayudó a que la gente hablara de Mau Mau tres meses antes de que la boite abriera sus puertas. "Tía Vicenta" tenía una franja muy grande de lectores entre la juventud de clase media y media alta. Su creador, Landrú, confiesa: "Un joven llamado Héctor Cavallero, que trabajaba en la editorial, comenzó a pasarme informes interesantes de la vida social de Buenos Aires y una tarde me contó que estaban construyendo un boliche impresionante que se iba a llamar Mau Mau". Con buen olfato periodístico, el humorista le hizo decir a sus personajes que en la Recoleta había un lugar ‘genial’, ‘para gente como uno’, en donde se la pasaba ‘brutal’.
Otra pegada fue la decoración. ‘El gran living’, como aún es recordada, fue diseñado con ingenio y un poco de picardía. "Pusimos mucho énfasis en la creación de una circulación irregular hacia el toilette de damas, porque creíamos que la mujer, que se vestía de forma sofisticada, merecía ser mirada. También construimos una inmensa chimenea al fondo como para que el que estaba un poco alejado de la pista no se sintiera excluido. Y la pista era chica a propósito: lo que daba el clima era el roce con el otro", recuerda Juanjo Saavedra, decorador de las dos primeras etapas de Mau Mau. La primera, para 400 personas, con reminiscencias africanas y tallas en madera. La segunda, hecha a mitad de los ‘70, fue más pequeña y tenía paredes en laca borravino, espejos y acrílicos del artista plástico Rogelio Polesello. En la tercera remodelación, llevada a cabo en los ‘80, Saavedra no participó, consciente de que el plástico imitación carey y el bronce imitación oro no tenían nada que ver con el concepto creado por él para los primeros años.
La estética no pasaba sólo por lo arquitectónico. Todos los que frecuentaban Mau Mau en el apogeo eran lindos, ricos y famosos. Como la aristocrática Dolores Blaquier y su marido, el corredor de autos Andrea
Vianini, quien la recuerda así: "Mau fue la llegada de un movimiento nocturno para el que teníamos que estar súper empilchados. Nuestros sastres eran italianos y los perfumes, los más caros. Gastábamos fortunas en tragos; en mi mesa se servía el mejor wisky y se sentaban las mejores minas. Yo ligué como loco en esa época". Los más adinerados tomaban Johnny Walker y los menos pudientes o los tacaños, Old Smuggler. La botella se dejaba en la mesa y, a fin de mes, los clientes con cuenta corriente recibían abultadas facturas que incluían esas consumiciones y las de champán, licor o jugos naturales que tomaban las mujeres. Graciela Vaccari, invitada habitual a la mesa de los Lata y cliente fiel de todas las épocas, afirma que el grupo más selecto iba durante la semana "porque los fines de semana íbamos al campo", dice. "El día era el jueves. Glamour total, otro país", dice. Y luego admite: "quizás no éramos conscientes del país en el que estábamos".
La ebullición social que se vivía adentro de Mau Mau era muy distinta a la de afuera. Los primeros 15 años fueron de pura exclusividad, distinción y estilo, incluido el traspié inicial, ocurrido a los cinco meses de la primera inauguración: un incendio destruyó hasta el último cenicero. "Recuerdo que a medio metro de la cabina había una lámpara que estaba apoyada en el cartón del techo. Entonces, a tal hora, calentaba. Yo iba con una botella de soda, la sacudía y con la soda mojaba ese sector para que no se incendiara. Porque no había extinguidores, nada –relata Exequiel Lanús, el primer DJ de Mau Mau-. Todas las noches, lo mismo. Hasta que una vez no hubo soda que alcance y de repente se consumió el techo. Yo pensé: Acá sonamos. Metí un disco con una sirena y una voz que decía: ‘corre Marcela que se te quema la casa’. ¡Fue un suceso, se caían los pedazos del techo y nadie se iba! A la media hora llegaron los bomberos y nadie se quería ir. Un disparate. La cabina estaba en el primer piso y en un momento empecé a tirar los discos a la gente que estaba abajo para que los salven. Igual me quedé con una bandeja y el equipo hasta último momento." Sin embargo, los Lata Liste se recuperaron enseguida de la tragedia y para festejar hicieron un asado adentro del boliche con los restos de madera que sobrevivieron al fuego. Fue para unos 40 amigos íntimos y se usaron los elásticos de los sillones como parrilla. Gracias al cobro del seguro y a una ayudita de los amigos más pudientes Mau Mau fue reconstruida por el doble del valor original.
A los dos meses, con techo nuevo, extinguidores y sistema de aire acondicionado, Lanús volvió a pasar música con dos wincos y sin auriculares, como lo había hecho siempre. La música era tan ecléctica como la concurrencia. Se podía escuchar desde el Papaú Mau Mau que dio origen al nombre de la boite, hasta La Bamba, pasando por Tito Rodríguez, Ornella Vanoni o Jean Gabin. Y en algún momento de osadía, La Balsa. El DJ imponía una moda. Para estar al día se armaban verdaderos contrabandos de vinílicos; los Lata encargaban 15 o 20 long plays que, con la ayuda de azafatas y comisarios de a bordo, se traían desde Europa o los Estados Unidos.
Era la época en la que a los golpes militares se los declaraba revoluciones. A mediados de los ‘60 no llamaba la atención ver en Mau Mau al general y ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu después de la Libertadora ni a los generales Juan Carlos Onganía y Alejandro Lanusse, antes y después de la Revolución Argentina, bailando algún tango acompañados por sus mujeres. No es raro imaginar que el abogado y niño bien Diego Muñiz Barreto, siendo asesor jurídico del régimen de Onganía haya avalado, en 1968, la clausura de la boite por una foto ‘amoral’ aparecida en el diario La Razón que mostraba a una pareja besándose. Había sido tomada en la fiesta de los cigarrillos "Master", que convocó a sus invitados con el slogan "sea infiel, pruébelos". Esa noche, el futuro se hizo presente en la figura de una chica que, ametralladora en mano, salió de adentro de un pastel colocado en el centro de la pista: se venían los ‘70. Aramburu era asesinado por un grupo llamado ‘Montoneros’. Lanusse continuaba la revolución argentina desde el sillón presidencial. Algunos generales seguían yendo de vez en cuando a Mau Mau para festejar los campeonatos de polo o de esgrima. También iba Muñiz Barreto, con intenciones menos pacatas y nuevos compañeros, como aquel muchacho de pelo engominado llamado Rodolfo Galimberti. Pero era otra época: ellos iban a hacer la revolución y la buena nueva sobre la vuelta de Juan Domingo Perón era motivo de festejo. Luego, Muñiz Barreto fue diputado peronista hasta que desapareció poco después del golpe militar del ‘76. Nunca más se supo de él. Rodolfo Galimberti, Montonero indultado por el presidente Carlos Menem, hoy está vinculado con la estafa de la línea 0-600 de Susana Giménez.
Hasta el filósofo Horacio González, en aquellos tiempos un activo militante, recuerda haber leído en la revista política Primera Plana alguna crónica sobre las fiestas de Mau Mau, aunque jamás pisó la boite. "Yo nunca exploré el lado festivo de la militancia. Pero lo de Galimberti es una verdadera anticipación, aunque siempre me extrañó que él juntara su voluntarismo político con una estética de dandy." Otra fue la circunstancia para la socióloga Graciela Daleo, militante, desaparecida durante la dictadura y luego incluida en los indultos de Menem: ella fue a parar al boliche la noche que se hizo una fiesta a beneficio de los indios tobas, en 1971. "Siempre me dio bronca que me hayan convencido de ir porque yo sabía que Mau Mau era un lugar estúpido para el sector más snob de la burguesía. Quizás formó parte de las contradicciones de una época; por ahí fue como escupir el asado de la oligarquía". Como un desafío o por pura diversión también traspasaron las sólidas puertas de madera del templo Alejandro Díaz Bialet y Vicente Solano Lima, respectivos presidente provisional del Senado y vicepresidente de la Nación del gobierno de Héctor Cámpora, y el yerno de José López Rega, Raúl Lastiri, presidente provisional de la Argentina entre julio y octubre del ‘73 y ministro de Bienestar Social entre el ‘73 y el ’75.
Por entonces José Lata Liste ya había conquistado España. En 1970 inauguró el Mau Mau de Marbella y dos años después, el de Madrid. Ese año 72 le trajo además una preocupación, rápidamente subsanada. A Alberto Lata Liste se le había ocurrido integrar el partido político que había imaginado el general Lanusse para hacer frente al peronismo en las elecciones de 1973. Para tranquilidad de su hermano, Alberto recapacitó. "Yo no tenía ideas políticas, siempre fui apolítico y eso que conocí a casi todos los gobernantes del país", aclara hoy el gemelo José. Lo cierto es que ‘la catedral’ porteña recibió a los empresarios más poderosos, a los militares más feroces, a algún que otro Montonero y hasta a un gobernador que todavía es presidente. En el 76 iban desde amigos personales de los Lata, como el Secretario General de la CGT, Casildo Herreras, hasta un diputado peronista en desgracia como Julio Mera Figueroa. El día que el empresario Francisco Soldati fue asesinado en pleno centro de Capital por las Tropas Especiales de Infantería de Montoneros, en noviembre de 1979, Mau Mau cerró en señal de luto. Y siempre mantuvo sus puertas abiertas para un cliente de la casa, representante de la marina dentro del triunvirato de comandantes de la última dictadura militar, el almirante Emilio Massera. "Massera fue un hombre que pudo hacer un proceso enorme dentro del país, pero no cumplió con lo que tuvo en sus manos, no lo supo hacer", declara hoy, ambiguo, Lata Liste.
Como bien señala Eduardo Bergara Leumann, que iba al boliche en pleno éxito de "La Botica del Tango", "los Lata eran especiales para lograr que a Mau Mau concurriera la ‘familia real’ de turno. No era la receta de Discépolo pero se parecía: en el mismo lodo todos manoseados". Así, para la multimillonaria Marina Dodero, Mau Mau era la mejor boite del mundo. "Ninguna tenía su clase ni su ambiente. Cuando Cristina (Onassis) llegaba a Buenos Aires, dejaba las valijas y salíamos para Mau. Todos los empleados tenían confiabilidad única, podíamos ir tranquilos porque nunca vendían una foto. Ir a Mau Mau era como ir a la peluquería. Y no había personajes cache." De todos modos, muchos de los que pasaron por el boliche no eran precisamente del ambiente: Ringo Bonavena fue cliente habitual y Carlos Monzón entró gracias a Susana Giménez. Vaccari dice que verlo a Monzón era "divertidísimo". Y la ex modelo Karin Pistarini afirma que estar en el mismo lugar con Bonavena "no molestaba". "Era un tipo muy agradable, muy inteligente y contundente en sus ideas. Era vivísimo", remata. Pistarini conocía la boite como la palma de su mano y no dejó de ir a Mau Mau desde 1967, cuando organizó una fiesta para la presentación de la Asociación Modelos Argentinas. El evento pasó a la historia como ‘la noche de los generales’, por la cantidad de militares alineados con Onganía que asistieron.
Pata Villanueva, otra amiga de la casa, afirma que nadie la criticó cuando ella, en 1978, apareció acompañada por un jugador de fútbol. "La gente en esa época era muy exitista con el tema del mundial. Al Conejo (Tarantini) lo querían porque era un campeón del mundo. Además, adentro de Mau Mau no se hablaba de nada, ahí se manejaba jet set." Las contradicciones entre el adentro y el afuera seguían. Pata recuerda que una vez, volviendo de Mau Mau después de que se separó del empresario artístico Héctor Cavallero y antes de la dictadura, su auto fue baleado en plena Panamericana. "En ese momento vivía en San Isidro y salía con un chileno, Hernán Briones, que se había venido de Santiago por el problema que había allá. Aquella noche me volví sola en su auto porque estaba cansada. Y llegando al puente de Libertador me balearon todo el auto: 100 balas me metieron; me habían confundido con un extremista porque estaban siguiendo a un Peugeot como el de Hernán. Cuando se dieron cuenta, me pidieron disculpas, pero no me mataron de casualidad. Era la cana que estaba abajo del puente que me tiró con ametralladoras." Cavallero afirma que en la noche de Mau Mau a nadie se le ocurría hablar de eso. "Todo el mundo pensaba que el golpe del ‘76 era lo mejor que le podía pasar al país. Después nos dimos cuenta que estábamos equivocadísimos. Nadie creía lo del genocidio y todo el mundo descreía de lo que se decía afuera. Existía una gran dosis de seguridad en todos lados. En el centro de Buenos Aires podías caminar a las cinco de la mañana por donde se te ocurriera que no pasaba nada. A nosotros no nos pasaba. Además, Mau no era el lugar para hablar de eso", insiste.
Aunque siempre hacía honor a las invitaciones y hasta organizó una fiesta del tango cuando todavía no era moda, Bergara Leumann era el burlador de Mau Mau. "Claro que no se hablaba de Freud. En los diálogos estaba la huevada de toda la vida con los códigos de la época: ¡estás divino!; ¡estás bárbara! Recuerdo que con la Minujín nos reíamos mucho porque yo le hacía comentarios del tipo: ‘mirá cómo se vino la que te dije, se puso todo encima’. O ‘perfumada pero no sé si limpita’. O ‘hoy festejamos tal aniversario de los Legrand, Mirto y Silvio’, como los llamaba yo a los Lata Liste." En la antología de vips están la locutora y candidata por la Alianza, Pinky, las conductoras Cecilia Zuberbühler y Moria Casán, el periodista Bernardo Neustadt, Graciela Borges y Mirta Legrand. Y la vedette Nélida Lobato, quien, según el testimonio del portero Andrés Fredes, fue el gran amor en la vida de Alberto Lata Liste. Susana Giménez fue con todas sus parejas: Cavallero, Monzón, Norberto Draghi, Ricardo Darín y Huberto Roviralta. Cavallero fue con Susana y con Pata. Y a Valeria Lynch la conoció porque le ofreció un contrato para cantar con su grupo Expression en el boliche. Cavallero fue figura excluyente del grupo de los selectos. "La credencial para entrar era la cara", se ufana.
Franquear la entrada de Mau Mau era una batalla que no se podía dar por ganada de antemano. Hasta el ‘74 había que pasar por el ojo aguzado del portero Julio Fraga, ‘Fraguita’ para los amigos. Después, por la mirada entrenada de Fredes o ‘el negro Fredy’. Dicen que Fraga era tan severo que cuando Rudolf Nureyev fue a Mau Mau, no lo quería dejar pasar porque estaba vestido con un traje de cuello mao. La anécdota del rebote de Guillermo Vilas por calzar zapatillas en vez de zapatos ofrece diferentes versiones. Una indica que ese día había una fiesta privada que exigía etiqueta, otra afirma que como el tenista no era muy suelto de bolsillo, se negó a pagar la entrada a un show. Lo cierto es que esa noche Vilas pasó a la historia como el rebelde que usaba trajes con zapatillas.
Además de la clausura de ‘la noche de los infieles’, Mau Mau fue allanada el 27 de junio de 1992 por la División de Toxicomanía de la Policía Federal. El acusado de poseer 70 gramos de cocaína fue el portero Andrés Fredes. ¿Se consumía cocaína en Mau Mau? Fredes afirma que si en Trumps –adonde él había trabajado entre el ‘88 y el ’92, año en que volvió a Mau Mau- un 50 por ciento de la clientela ‘tomaba’, en la boite de Lata Liste sólo lo hacía un 15 por ciento. Fredes hace su descargo. "El problema venía de Europa. El Gobierno había pagado para hacer la Expo Sevilla varios millones de dólares y según los diarios se habían justificado apenas unos pocos miles. El comisario de la expo, el señor que recibía la plata en España, era el dueño de Mau Mau. Entonces había que hacerle algo para quemarlo. Caímos todos: me sacaron y me dijeron ‘esto es suyo’. Yo decía que no, entonces me sugirieron que dijera que era de Lata Liste y me dejaban ir. Y yo eso no lo iba a decir. Estuve cinco meses en Devoto y después me largaron libre de culpa y cargo, pero me los comí porque yo tenía que mentir. La cocaína la pusieron y por eso me largaron, si no, tenía para cuatro años. Lata Liste dice que yo lo defraudé porque él tiene que mantener su nombre limpio. Yo no entro en discusión, porque él sigue siendo poderoso y yo sigo siendo un empleado." Lata Liste, molesto por el tema, hizo un solo comentario. "Fredes fue el portero de Mau Mau que traicionó una causa enorme, que era la disciplina en cosas que no tenían que pasar."
Está claro que Fredes era sólo un empleado. Porque muchos habitúes de los Mau Mau de España involucrados en investigaciones sobre tráfico de drogas no merecieron el mismo tono en las declaraciones de Lata Liste. En junio de 1990, el empresario español Carlos Goyanes Perojo apareció implicado en la "Operación Mago", un certero golpe al narcotráfico dirigido por el juez español Baltazar Garzón. Goyanes fue preso y salió bajo fianza cinco meses después. "Es un amigo social que sigo viendo a través de los
años", dice hoy José Lata Liste. Isabel Zorroaquín, ex esposa de Manuel Ulloa, socio de Lata Liste en España durante 25 años, también fue investigada en un caso similar. Dijo Lata Liste de Zorroaquín: "una amiga a la que no veo casi nunca." De Ulloa: "un entrañable amigo". Y de María Cristina Adur, abogada argentina que estuvo a punto de ser la defensora de Amira Yoma en el Yomagate: "una chica que iba muchísimo a Mau Mau Buenos Aires".
La década del ‘90 no fue positiva para José Lata Liste. Era cuestionado en España por su mal desempeño en Expo Sevilla ’92; pero él afirma haber sido víctima de internas políticas, y que su error fue aceptar "sin ser funcionario ni peronista." Mientras, en Buenos Aires, Mau Mau se caía en picada. El atentado contra la Embajada de Israel en Marzo de 1992 y el último allanamiento le dieron la extremaunción. Si en las décadas anteriores un señor enviaba su tarjeta a una señora, lo hacía con suma discreción gracias a la complicidad de los mozos. Había que mantener las formas: de seguro que ambos eran casados y estaban en ese momento con sus parejas. En los últimos cuatro años, hasta el cierre definitivo en 1994, Mau Mau se pobló de ‘secretarias’ de la tele que armaban sus transas con los ‘empresarios’ de turno. Aunque todavía guardaban las apariencias: los cancerberos no eran ya las propias parejas sino las revistas que comenzaban, por esa época, a vivir de la farándula.





Mónica Marenda

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