ESCENA EN UNA PANADERÍA
(Nunca antes un ángel se había disfrazado de panadero)
Catedral (Cathedral)
Raymond Carver
Editorial Anagrama
Barcelona 1992
205 pags.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Definitivamente, los ángeles existen. Al menos en la literatura y en el cine, existen. Casi siempre esconden sus alas y nunca llevan rizos dorados como nos ha hecho creer la pintura rafaelista. Estos ángeles son pícaros y se travisten en las más variadas apariencias pero en esencia siguen siendo ángeles. Angeles a la espera de su circunstancia.
En ‘Parece una tontería’, uno de los 12 relatos que componen Catedral (1983), Raymond Carver, una vez más, recrea la historia en que seres comunes están destinados a sufrir tragedias también comunes. ¿Hay algo más común que la muerte? ¿Hay algo más trágico que la muerte súbita de un hijo pequeño? Muchos críticos han dicho que Carver es un pesimista y que sus historias reflejan una realidad que en un punto determinado se vuelve inevitablemente trágica. Como si no pudiera contar desde otro lugar. El propio escritor ha dicho que el mundo "es una amenaza" para muchos de los personajes de sus historias. "La gente que elijo para escribir siente una amenaza, y creo que la mayoría de la gente siente al mundo como un lugar amenazante".
Sin embargo, en ‘Parece una tontería’ hay un personaje que está en ese mundo para redimirse salvando a su vez, aunque sólo sea por un momento, otras almas dolientes. Esa escena en la panadería, en la que los padres de una criatura trágicamente muerta en 48 hs. comen unos pasteles calientes y recuperan, por un instante, el alma, es uno de los mejores momentos que la literatura contemporánea nos ha regalado. Y eso se debe a un escritor, muerto joven él también –apenas 49 años, en la plenitud de su vida creativa-, que supo esconder sus alas.
"Tú no eres tus personajes, pero tus personajes sí son tú", ha dicho Carver. Con cuidado esmero, sin caer en golpes bajos, construyendo diálogos simples y acercando la mirada hasta los mínimos gestos de sus criaturas, el escritor va amasando una historia de estupor, desasosiego, temores fundados y rabias contenidas. A pesar de tanto aturdimiento, el lector vive esas horas desesperadas presintiendo que algo heroico debe pasar, tiene que pasar. El escritor no puede dejar tan desvalidos a sus personajes, porque sería como abandonarse a la buena de Dios, o renunciar a los propios hijos, moldeados como el pan.
Por eso la última escena, por eso los tres pobres y comunes seres humanos que comparten la desdicha y producen el milagro. Es un ángel que se salva y los redime. Es Carver, que por un momento y a través de la palabra, se libra y nos libra de un mundo inevitable, dándonos el pan que nos devuelve el alma.
Mónica Marenda
(Nunca antes un ángel se había disfrazado de panadero)
Catedral (Cathedral)
Raymond Carver
Editorial Anagrama
Barcelona 1992
205 pags.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Definitivamente, los ángeles existen. Al menos en la literatura y en el cine, existen. Casi siempre esconden sus alas y nunca llevan rizos dorados como nos ha hecho creer la pintura rafaelista. Estos ángeles son pícaros y se travisten en las más variadas apariencias pero en esencia siguen siendo ángeles. Angeles a la espera de su circunstancia.
En ‘Parece una tontería’, uno de los 12 relatos que componen Catedral (1983), Raymond Carver, una vez más, recrea la historia en que seres comunes están destinados a sufrir tragedias también comunes. ¿Hay algo más común que la muerte? ¿Hay algo más trágico que la muerte súbita de un hijo pequeño? Muchos críticos han dicho que Carver es un pesimista y que sus historias reflejan una realidad que en un punto determinado se vuelve inevitablemente trágica. Como si no pudiera contar desde otro lugar. El propio escritor ha dicho que el mundo "es una amenaza" para muchos de los personajes de sus historias. "La gente que elijo para escribir siente una amenaza, y creo que la mayoría de la gente siente al mundo como un lugar amenazante".
Sin embargo, en ‘Parece una tontería’ hay un personaje que está en ese mundo para redimirse salvando a su vez, aunque sólo sea por un momento, otras almas dolientes. Esa escena en la panadería, en la que los padres de una criatura trágicamente muerta en 48 hs. comen unos pasteles calientes y recuperan, por un instante, el alma, es uno de los mejores momentos que la literatura contemporánea nos ha regalado. Y eso se debe a un escritor, muerto joven él también –apenas 49 años, en la plenitud de su vida creativa-, que supo esconder sus alas.
"Tú no eres tus personajes, pero tus personajes sí son tú", ha dicho Carver. Con cuidado esmero, sin caer en golpes bajos, construyendo diálogos simples y acercando la mirada hasta los mínimos gestos de sus criaturas, el escritor va amasando una historia de estupor, desasosiego, temores fundados y rabias contenidas. A pesar de tanto aturdimiento, el lector vive esas horas desesperadas presintiendo que algo heroico debe pasar, tiene que pasar. El escritor no puede dejar tan desvalidos a sus personajes, porque sería como abandonarse a la buena de Dios, o renunciar a los propios hijos, moldeados como el pan.
Por eso la última escena, por eso los tres pobres y comunes seres humanos que comparten la desdicha y producen el milagro. Es un ángel que se salva y los redime. Es Carver, que por un momento y a través de la palabra, se libra y nos libra de un mundo inevitable, dándonos el pan que nos devuelve el alma.
Mónica Marenda
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