(Nota apertura Revista Viva – Diario Clarín - 1999).
En la historia republicana, el hecho fundacional quedó inmortalizado en una plaza. Alrededor de ella se construyeron los edificios públicos y en más de una ocasión fue el lugar elegido por el pueblo para manifestarse. Tanta interacción se percibe todavía hoy, cuando los vecinos de fin de siglo van a las plazas para reclamar justicia pero también a tomar sol, jugar al ajedrez o pasear al perro. Aunque la Dirección Técnica y Legal de la Secretaría de Planeamiento Urbano del Gobierno de la Ciudad registra en Buenos Aires 200 plazas, 289 plazoletas y 37 parques, son insuficientes: a cada porteño le corresponde sólo una tercera parte de los 14 m2 de espacio público que Naciones Unidas sugiere como ideal. Encima, la ciudad está desbalanceada: hay barrios como Recoleta o Belgrano que al menos se acercan en un 60% a los 4 m2 que debiera tener cada porteño y otros, como Boedo, Almagro o Balvanera, que prácticamente carecen de lugares recreativos.
Para acomodar los tantos, a fin de año el gobierno habrá construido 25 nuevas plazoletas; son terrenos de 250 m2 hasta 4 mil, en esquinas o entre medianeras, a los que se incorporan pequeñas franjas de césped, canteros con árboles, bancos y juegos para chicos. Los planes se completan gracias al accionar privado, que permite al gobierno olvidarse de los $ 800 que le cuesta mantener cada hectárea de espacio público. Entonces, algunas plazas son rescatadas de su abandono por empresas que promocionan su marca mientras alivian las arcas comunitarias. A fin del ’98 la directora de Padrinazgos, Zelmira Bollini, tuvo los 100 mecenas que se había propuesto unos meses antes. La funcionaria admite que las plazas más requeridas son las llamadas "vidriera", esas que están en todo el corredor de la zona norte. Sin embargo, algunas empresas apuestan a mejorar su imagen pública apadrinando plazas que están cerca de sus oficinas. Tal el caso de Movicom, que patrocina la Plazoleta Nuestra Señora de Luján, a una cuadra de su nueva sede en Barracas. Para ponerla a punto desembolsaron 100 mil dólares y estiman que invertirán 150 mil billetes más en los próximos tres años, tiempo estipulado en el convenio de colaboración con el Gobierno de la Ciudad. "Mi idea es conservar las plazas con el espíritu que fueron creadas porque muchas de ellas son obra de grandes arquitectos", dice Bollini.
Otras empresas, como Autopistas Urbanas, construyen: tuvieron que transformar en verde 1,5 hectárea que durante años usufructuaron los Fassi Lavalle con Sky Ranch. Para construir la Plaza Puerto Argentino pagaron 360 mil dólares, y la mantienen con 2.800 pesos mensuales. Las plazas que no generan interés son las que están cerca de las villas de emergencia y las babélicas plazas de Constitución, Once y Retiro. Lo mismo sucede con las plazas de la zona sur y algunos parques como Centenario y Lezama.
PLAZA RICA
Siemens se hizo cargo de Plaza Alemania en marzo del ’98 y a los tres meses, 100 mil dólares de por medio, ese predio de 4 hectáreas semiabandonado era otro. Renovaron 300 m2 de caminos, colocaron 50 bancos de madera y granito, reciclaron el patio de juegos infantiles, construyeron rampas para discapacitados e instalaron una bomba sumergible y una red de caños para regar toda la plaza. Mantenerla les cuesta $ 3.500 mensuales, pero no importa: "queremos que sea la mejor plaza de Buenos Aires", se jacta Salvador Trovato, gerente de relaciones corporativas de la empresa.
PLAZA POBRE
La Asociación Civil de Jilguericultura "Nueva Irupé" tiene buenas intenciones. Pero eso no alcanza para mantener las seis hectáreas que forman la Plaza de la Democracia en Villa Lugano. Enrique Parimbelli, presidente del club, cuenta que ellos usaban ese predio "lleno de escombros" para los concursos de canto de jilgueros. En el ‘98 les propusieron el padrinazgo y aceptaron. El gobierno limpió el lugar y los vecinos comenzaron a turnarse para, en sus ratos libres, cortar el pasto y juntar la basura. Pero van a renunciar: el entusiasmo inicial se transformó en cansancio. La plaza quedará abandonada.
Mónica Marenda
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