En mi viaje a Nueva Zelanda conocí a una señora inglesa con la que inmediatamente me disculpé 'because my english is not so good'. No obstante, cuando habíamos charlado un buen rato, ella me dijo que mi inglés estaba muy bien. Mi respuesta fue que quizás lo que yo consideraba un problema era el uso de demasiadas expresiones 'de diccionario'. "Eso no está nada mal", me contestó. En aquel momento pensé que una extranjera resumía, al otro lado del mundo, lo que yo pienso sobre nuestra manera de hablar y escribir. Si bien el español es una lengua prolífica como pocas, muchas veces no utilizamos ciertas palabras y expresiones por miedo a ser vistos como bichos raros, pasados de moda y aburridos.
Hace un mes y medio debía preparar la gacetilla de prensa por un evento destinado al público femenino. Las actividades se desarrollarían durante 30 días y culminaban el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. El primer escollo al momento de escribir apareció cuando tuve que encontrar uno o varios sinónimos para no ser repetitiva con la palabra clave: mujer. Tanto el diccionario de sinónimos de mi PC como el de papel, que está siempre a mano, me daban escasas opciones. Desde los contundentes 'hembra', 'matrona' o 'virgen' y pasando por los extraños y antiquísimos 'zagala' o 'doncella', hasta el policíaco 'sujeto femenino', ninguno podía ser usado en una información para los medios de comunicación habituales. Sin embargo, en la lista apareció un sustantivo que, además de parecerme apropiado, me salvaba de las odiosas repeticiones que quería evitar. Fémina suena bien, y para la ocasión descripta, daba con el tárget al que esperábamos llegar con nuestra comunicación. Claro, no es un término demasiado utilizado en nuestro lenguaje cotidiano. Ninguna de las personas que leyó 'fémina' en la bajada de la gacetilla la aceptó. Y aquel subtítulo no fue aprobado. Llorando por los rincones, decidí cambiar la frase sin utilizar los sustantivos mujer ni fémina. Unos días más tarde, mientras leía una nota sobre cierta problemática femenina en la revista La Primera, percaté que el periodista Miguel Weiskind utilizaba 'fémina'... ¡nada más ni nada menos que en el copete de un artículo de dos páginas! Debo reconocer que me sentí orgullosa de aquella elección porque el que utilizó el término es un prestigioso periodista, porque seguro él se había enfrentado a mis mismos escollos para evitar ser reiterativo al momento de escribir la nota, y porque esa palabra tan temida había sido publicada.
Luego de este episodio me tocó revisar una columna de opinión, la cual sería publicada en una revista semanal en el marco de una nota informativa. Se trataba de un artículo sobre una campaña de prensa que había incluido un estudio sobre las costumbres de la gente al momento de exponerse al sol y cómo ese hábito había cambiado luego de la campaña. En la columna, la palabra hábito estaba repetida infinidad de veces. Pero era la clave. Por eso no fue reemplazada por sinónimos. Así como estaba escrito, el concepto iba a quedar grabado; ese era el objetivo.
Es claro que en el press release sobre el evento destinado a la mujer no podía utilizar los sinónimos hembra, matrona o chica. En la columna de opinión, en cambio, se podrían haber utilizado muchos: costumbre, práctica, uso, conducta, rutina o regla, por citar algunos. Pero en este caso, la repetición fue lo que le dio el eje y un sentido a la columna.
Insisto, dentro del contexto, no tengamos miedo de usar palabras poco comunes. Ese debe ser nuestro valor agregado. Como me dijo la inglesa, usar términos de diccionario no está nada mal.
MoMa
Hace un mes y medio debía preparar la gacetilla de prensa por un evento destinado al público femenino. Las actividades se desarrollarían durante 30 días y culminaban el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. El primer escollo al momento de escribir apareció cuando tuve que encontrar uno o varios sinónimos para no ser repetitiva con la palabra clave: mujer. Tanto el diccionario de sinónimos de mi PC como el de papel, que está siempre a mano, me daban escasas opciones. Desde los contundentes 'hembra', 'matrona' o 'virgen' y pasando por los extraños y antiquísimos 'zagala' o 'doncella', hasta el policíaco 'sujeto femenino', ninguno podía ser usado en una información para los medios de comunicación habituales. Sin embargo, en la lista apareció un sustantivo que, además de parecerme apropiado, me salvaba de las odiosas repeticiones que quería evitar. Fémina suena bien, y para la ocasión descripta, daba con el tárget al que esperábamos llegar con nuestra comunicación. Claro, no es un término demasiado utilizado en nuestro lenguaje cotidiano. Ninguna de las personas que leyó 'fémina' en la bajada de la gacetilla la aceptó. Y aquel subtítulo no fue aprobado. Llorando por los rincones, decidí cambiar la frase sin utilizar los sustantivos mujer ni fémina. Unos días más tarde, mientras leía una nota sobre cierta problemática femenina en la revista La Primera, percaté que el periodista Miguel Weiskind utilizaba 'fémina'... ¡nada más ni nada menos que en el copete de un artículo de dos páginas! Debo reconocer que me sentí orgullosa de aquella elección porque el que utilizó el término es un prestigioso periodista, porque seguro él se había enfrentado a mis mismos escollos para evitar ser reiterativo al momento de escribir la nota, y porque esa palabra tan temida había sido publicada.
Luego de este episodio me tocó revisar una columna de opinión, la cual sería publicada en una revista semanal en el marco de una nota informativa. Se trataba de un artículo sobre una campaña de prensa que había incluido un estudio sobre las costumbres de la gente al momento de exponerse al sol y cómo ese hábito había cambiado luego de la campaña. En la columna, la palabra hábito estaba repetida infinidad de veces. Pero era la clave. Por eso no fue reemplazada por sinónimos. Así como estaba escrito, el concepto iba a quedar grabado; ese era el objetivo.
Es claro que en el press release sobre el evento destinado a la mujer no podía utilizar los sinónimos hembra, matrona o chica. En la columna de opinión, en cambio, se podrían haber utilizado muchos: costumbre, práctica, uso, conducta, rutina o regla, por citar algunos. Pero en este caso, la repetición fue lo que le dio el eje y un sentido a la columna.
Insisto, dentro del contexto, no tengamos miedo de usar palabras poco comunes. Ese debe ser nuestro valor agregado. Como me dijo la inglesa, usar términos de diccionario no está nada mal.
MoMa
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