(Editorial para radio FM La Tribu – 1994)
Domingo 13 de febrero de 1994. Ayer, señor Perseguidor, se cumplieron diez años de tu muerte. Una muerte absurda, como todas. Vos, alejado de tu tierra, que te despreció aún en el momento de morir. Habías viajado con la esperanza puesta en la soberana libertad, que recobraba su sentido luego de ocho años bajo el efecto de un narcótico bestial. Pero muy pocos repararon en tu presencia, y tuviste que huir, para morir en otro lado.
En estos diez años pasó de todo, y nada. Los dinosaurios fueron puestos tras las rejas por esos que te ignoraron. Los que ni siquiera te conocen decidieron luego que no era para tanto. Sin resignación, las despojadas son el grito del presente cada jueves.
En estos diez años pasó de todo, y nada. Hubo manifestaciones, paros y saqueos. Hasta militares transformados en patéticas mascaritas del sistema. Y la moneda cambió de nombre y de próceres; los bolsillos, tan vacíos como siempre. Entonces, más manifestaciones, cuando todo se decía muy tranquilo. Y en medio de negociaciones y amenazas, el Gran Pacto, entre aquel que te ignoró y el que ni siquiera te conoce.
Años, meses, días, en los que pasó de todo, y nada.
En el tórrido verano porteño cada corazón que te recuerda se muere de frío. Porque ayer, señor Perseguidor, se cumplieron diez años de tu ausencia. Pero esta vez, en tu lejana Buenos Aires, alguien te presenta a su gato, pone un disco de Parker, y los tres juntos se hacen compañía.
Domingo 13 de febrero de 1994. Ayer, señor Perseguidor, se cumplieron diez años de tu muerte. Una muerte absurda, como todas. Vos, alejado de tu tierra, que te despreció aún en el momento de morir. Habías viajado con la esperanza puesta en la soberana libertad, que recobraba su sentido luego de ocho años bajo el efecto de un narcótico bestial. Pero muy pocos repararon en tu presencia, y tuviste que huir, para morir en otro lado.
En estos diez años pasó de todo, y nada. Los dinosaurios fueron puestos tras las rejas por esos que te ignoraron. Los que ni siquiera te conocen decidieron luego que no era para tanto. Sin resignación, las despojadas son el grito del presente cada jueves.
En estos diez años pasó de todo, y nada. Hubo manifestaciones, paros y saqueos. Hasta militares transformados en patéticas mascaritas del sistema. Y la moneda cambió de nombre y de próceres; los bolsillos, tan vacíos como siempre. Entonces, más manifestaciones, cuando todo se decía muy tranquilo. Y en medio de negociaciones y amenazas, el Gran Pacto, entre aquel que te ignoró y el que ni siquiera te conoce.
Años, meses, días, en los que pasó de todo, y nada.
En el tórrido verano porteño cada corazón que te recuerda se muere de frío. Porque ayer, señor Perseguidor, se cumplieron diez años de tu ausencia. Pero esta vez, en tu lejana Buenos Aires, alguien te presenta a su gato, pone un disco de Parker, y los tres juntos se hacen compañía.
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